viernes, 22 de agosto de 2008

La primera opinión

Sucedió el miércoles, 20 de agosto de 2008. Otra fecha que pasará a la Historia española. Otra fecha que recordar. Una fecha más llena de dolor, de angustia, de lágrimas. Un avión se estrella y, de pronto, docenas de vidas dejan de serlo, se convierten en docenas de muertos y nos sumen en la desesperanza y la pena más profunda.
No entraré a hablar de los dramas personales. Eso es algo tan íntimo de cada víctima, es algo tan sagrado, que sólo ellos pueden decidir si desean compartirlo y con quién. Cada una de sus historias, todas trágicamente dibujadas, no es información. Si han perdido a un padre, a un hijo, a una novia... eso no es noticia, por más que se empeñen los periodistas. La noticia está en el accidente, en sus causas y en sus consecuencias. Pero cada relato personal, cada palabra pronunciada por un familiar destrozado, cada lágrima vertida es suya y sólo suya. No tenemos derecho a saber cómo queda su casa ahora que hay un vacío difícil de llenar. Nuestro único deber consiste en abrazarles, en llorar a su lado, en tenderles la mano y sólo si ellos lo desean. Si no, estorbamos.
No seamos espectadores de su desgracia. Sólo una palabra vale con todas esas víctimas: ternura.
Lo demás es espectáculo provocado y vendido por miserables ansias de audiencia para insertar más publicidad y rentabilizar la emisión de la cadena.
Cada foto, cada vídeo robado a su dolor es un acto ruin y mezquino, como el del político que se acerca a unas familias en estado de shock porque el asesor de imagen dice que es conveniente y, además, lo antes posible, no se vaya a adelantar el del Partido Contrario. Llegan con cara larga, apesadumbrada. No niego su dolor, pero sus intenciones son tan perversas que dan asco. No son las personas lo que les importa. Es el beneficio político o la pérdida de popularidad lo que les impulsa. No tienen entrañas. Se mueven entre los devastados rostros, les miran. ¿Les ven? Desde luego, a quienes no ven son a las docenas de voluntarios que llevan dando abrazos y repartiendo cariño con el corazón destrozado, repartiendo mantas y calor, agua, un café, tranquilizantes, analgésicos, su hombro. Para esos políticos, todos los chalecos de colores de los servicios que atendieron a las víctimas y que tardarán meses en soltar todo lo que han tragado no existen y no habrá para ellos un apretón de manos espontáneo, un "gracias por todo lo que hacéis y que es tan importante ahora". No les ven porque no es eso lo que se debe ver en ese momento, porque hay que buscar un buen ángulo para una mejor imagen, la de mañana en el diario que dice como titular: el Presidente se interesa por el estado de las víctimas. No sé que me da más pena, si la que siento por las víctimas o la que siento por la democracia. Bueno, sí que lo sé, lo tengo clarísimo: me quedo con el ser humano.
La Familia Real (chapó por ellos) sí que son grandes de corazón. No buscan la foto. Se reúnen con las familias durante dos horas, sin cámaras, sin testigos, a llorar con ellos, por ellos, a repartir cariñó en su nombre y en el de todos los españoles. Mi corazón estaba con el de sus Majestades para que les dieran un poquito de él a los que lloraban sus muertos. Se lo habría dado entero pero tenían que entregar el de todos nosotros y esos son muchos corazónes. Olé por ellos. Por los otros, los politicastros de m... Saco mi pañuelo blanco a ver si el presidente de la plaza quiere mandarlos a corrales y sacar los sobreros, que será más de lo mismo, seguro, pero si no hay nada menos malo...
En fin, mi actualidad como sólo yo la veo no ha podido empezar de un modo más triste. Y más asqueado.
Mañana hablaré de otra cosa. Si me da la gana.